Si hay un lugar que se jacte de tener el mayor grado de aceptación de sexualidades diversas, esa es precisamente la CDMX. Poco a poco sus habitantes rompen con las costumbres antiguas y emprenden la búsqueda de placeres... que van más allá.
Las parejas swingers rompen con el estereotipo de la fidelidad, pues, aunque postulan la monogamia amorosa, no creen que sea posible tener sólo una pareja sexual. Las prácticas de este tipo están dirigidas a un público adulto y liberal, dispuesto a compartir en pareja el placer de la experiencia.
Líbido es uno de los muchos clubs que organizan eventos privados y manejan una lista de invitados con clave personal. Califican su ambiente como relajado y sin presiones, a la vez que erótico y sensual. Basta con llenar una solicitud de internet para tener acceso.
El Jardín Botánico del Instituto de Biología y El Espacio Escultórico de la UNAM son, hoy en día, los lugares favoritos para estar al aire libre y tener sexo en la Ciudad de México. Además de recibir las visitas de los mismos estudiantes, otras personas pueden ingresar con facilidad, pues no hay cercas que impidan el paso ni personal de vigilancia.
En el pasado, El Camino Verde cumplía con la misma función. Situado en la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, recibía a parejas homosexuales, heterosexuales y prostitutas, quienes tenían sexo a escondidas entre la vegetación. Hace poco fue talado, quizá para detener los encuentros furtivos.
En la CDMX cada vez es más común ver parejas homosexuales que se muestran amor en público. Puedes verlos besarse y acariciarse en las butacas de los teatros, donde todavía se presentan obras de Salvador Novo (conocido por sus contemporáneos como “don Nalgador Sobo”, en alusión a sus preferencias homosexuales).
El año pasado, la marcha del orgullo LGBT reunió a miles de personas bajo el emblema del número 41, en honor a los 41 homosexuales pasivos que fueron sorprendidos en un baile durante el porfiriato. Se dice que el homosexual número 42, era el esposo de la hija de Porfirio Díaz.
Descrita por Vicente Leñero como “demasiado tímida para ser roja, y demasiado atrevida para ser blanca”, la Zona Rosa es un destino turístico en el que sólo profundizarán los más atrevidos. Además de los restaurantes y cantinas, en ella encontrarás sex shops, cabinas sexuales (donde hombres y mujeres pueden mirar y tocar durante tiempo ilimitado por una módica entrada de $70 pesos), así como hombres y travestis que ofrecen abiertamente servicios de prostitución.